Un cura de pueblo comenta las primeras lecturas del tiempo ordinario.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Lectura del libro de la Sabiduría

Semana XXXII
Lunes
1, 1-7
Amad la justicia los que regís la tierra. Con estas palabras comienza el libro de la Sabiduría. Dos siglos más tarde dirá Jesús: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia.
Justicia es aquí sinónimo de rectitud moral. De San José, por ejemplo, se nos dirá que era un varón justo. Los que regimos la tierra somos nosotros, los hombres.
Esa rectitud moral que es propia del corazón sincero nos dispone para encontrar a Dios tanto como nos indisponen los razonamientos retorcidos.
La verdadera Sabiduría, nos dirá Jesús, se revela a la gente sencilla porque es un espíritu amigo de los hombres.
El libro que hoy empezamos a leer nos invita a buscar la amistad de esa Sabiduría que es amiga de los hombres y que llena la tierra.
Es un libro muy alegre que puede leerse así: un espíritu amigo de los hombres llena la tierra.
O, mejor, así: Si vuelo hasta el margen de la aurora, allí estás tú; si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.
Martes
2, 23-3,9
En el Antiguo Testamento hay siete libros que se conocen como didácticos o sapienciales: Job, Salmos y Cantar de los Cantares; Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico.
El libro de la Sabiduría nos enseña que el mundo, tal como fue creado por Dios, era bueno. Es la misma enseñanza que encontramos en el libro del Génesis: Vio Dios que todo era bueno.
Pero nos revela algo aún más interesante. Nos dice que incluso ahora, cuando en el mundo se han introducido el pecado y la muerte, la vida de los justos está en manos de Dios. Los que tienen hambre y sed de justicia quedarán saciados.
Es un libro alegre como todos los de la Biblia. Nos dice que Dios es más fuerte que la muerte. Y nos habla de una esperanza teologal, de una esperanza que se apoya en Dios y que hace muy fuertes a los pequeños.
Miércoles
6, 1-11
Los pequeños son muy fuertes. A los más humildes se los compadece y perdona.
Somos un pueblo de reyes. El libro de la Sabiduría nos dice: el poder os viene del Señor. Jesús se lo recordó a Pilatos. Cuanto más libres y soberanos y fuertes somos, más humildad necesitamos, y más compasión.
Jueves
7, 22.8,1
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado. de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y, por obra del Espíritu Santo -aquí nos inclinamos todos mucho y adoramos- se encarnó de María Virgen y se hizo hombre...
Así confesamos nuestra fe en Cristo.
Los niños que escribieron el libro de la Sabiduría, inspirados por Dios, veían de lejos a Cristo y lo llamaban Sabiduría... reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios.

martes, 1 de marzo de 2011

Lectura del libro del Eclesiástico.

Semana VIII
Lunes
Sir 17, 20-28

Está de moda decir yo no me arrepiento de nada. Es una insensatez. Quienes dicen eso, o no saben lo que es el arrepentimiento o se creen perfectos porque arrepentirse es reconocer el mal que hemos hecho, y sentirlo. No se nos pide demasiado: A los que se arrepienten Dios los deja volver... Vuelve al Señor, abandona el pecado, suplica en su presencia y disminuye tus faltas... El arrepentimiento sincero va acompañado de un propósito de la enmienda, al menos de un deseo de abandonar el pecado que es un Abismo. En el Abismo, ¿quién alaba al Señor? Y no cualquier abismo, sino un abismo de muerte: El muerto, como si no existiera, deja de alabarlo, el que está vivo y sano alaba al Señor.
El arrepentimiento es sensatez y nos conduce a Dios.

Martes
Sir 35, 1-15
Se nos habla aquí de ofrendas y de sacrificios que enriquecen el altar: sacrificios de Acción de Gracias, de expiación, de alabanza... ofrendas memoriales, ofrendas de flor de harina.
Y se nos dice en qué consisten:
En observar la ley,
en guardar los mandamientos,
en hacer favores,
en dar limosna,
en apartarse del mal y de la injusticia,
No te presentes a Dios con las manaos vacías... Siempre podrás hacer la ofrenda de los pobres. La que hicieron, por ejemplo, Santa María y San José.
También se nos dice cómo hacerlo:
Con generosidad, sin mezquindad y poniendo buena cara.

Miércoles
Sir 36, 1-2a. 5-6. 13-19

No podemos deshacernos del Antiguo Testamento. No podemos leerlo sin pensar en Cristo. Esta hermosa oración anuncia la oración de Cristo que pide al Padre que manifieste su gloria, que reúna a los que andan dispersos...
Sálvanos, Dios del universo...
reúne a todas las tribus de Jacob...
ten compasión del pueblo que lleva tu nombre...
Para que no dejemos de orar así se nos ha dado la Misa.

viernes, 18 de febrero de 2011

Lectura del libro del Génesis

Semana VI
Viernes
Gn, 11, 1-9

A partir de hoy se interrumpe la lectura del libro del Génesis que comenzó el lunes de la semana V.
Dios creó el mundo y vio que todo era bueno, y lo bendijo. Por el pecado entraron en el mundo el dolor y la muerte. El mal se fue extendiendo por el mundo. En el episodio de la torre de Babel ese pecado del hombre se manifiesta como confusión de lenguas, como desunión. 
Contrasta el progreso del hombre que ha aprendido a cocer ladrillos y a juntarlos con alquitrán y que se siente capaz de edificar torres cada vez más altas y al que nada le parece imposible, con su incapacidad para edificar una auténtica comunidad.
Querría el hombre instalarse en esta tierra, construirse aquí un paraíso pero, una y otra vez, se encuentra con el misterio del pecado que habita en su corazón y que arruina sus mejores obras.
En el siglo IV san Agustín escribió:
Todo hombre, instruido en la santa Iglesia, debe saber de dónde somos ciudadanos, y a dónde peregrinamos, y que la causa de nuestra peregrinación es el pecado, y el retorno, la remisión de los pecados y la justificación por la gracia de Dios. Habéis oído y sabéis también que mientras tanto dos ciudades, corporalmente mezcladas y espiritualmente separadas entre sí, recorren estas órbitas de los siglos hasta el fin: una, cuyo ideal es la paz eterna y se llama Jerusalén; otra, cuyo ideal es la paz temporal y se llama Babilonia. Si no me engaño, también conocéis la interpretación de sus nombres: Jerusalén se interpreta visión de paz; Babilonia, confusión. (Enarrationes in Psalmos. 136.1)