Un cura de pueblo comenta las primeras lecturas del tiempo ordinario.

viernes, 18 de febrero de 2011

Lectura del libro del Génesis

Semana VI
Viernes
Gn, 11, 1-9

A partir de hoy se interrumpe la lectura del libro del Génesis que comenzó el lunes de la semana V.
Dios creó el mundo y vio que todo era bueno, y lo bendijo. Por el pecado entraron en el mundo el dolor y la muerte. El mal se fue extendiendo por el mundo. En el episodio de la torre de Babel ese pecado del hombre se manifiesta como confusión de lenguas, como desunión. 
Contrasta el progreso del hombre que ha aprendido a cocer ladrillos y a juntarlos con alquitrán y que se siente capaz de edificar torres cada vez más altas y al que nada le parece imposible, con su incapacidad para edificar una auténtica comunidad.
Querría el hombre instalarse en esta tierra, construirse aquí un paraíso pero, una y otra vez, se encuentra con el misterio del pecado que habita en su corazón y que arruina sus mejores obras.
En el siglo IV san Agustín escribió:
Todo hombre, instruido en la santa Iglesia, debe saber de dónde somos ciudadanos, y a dónde peregrinamos, y que la causa de nuestra peregrinación es el pecado, y el retorno, la remisión de los pecados y la justificación por la gracia de Dios. Habéis oído y sabéis también que mientras tanto dos ciudades, corporalmente mezcladas y espiritualmente separadas entre sí, recorren estas órbitas de los siglos hasta el fin: una, cuyo ideal es la paz eterna y se llama Jerusalén; otra, cuyo ideal es la paz temporal y se llama Babilonia. Si no me engaño, también conocéis la interpretación de sus nombres: Jerusalén se interpreta visión de paz; Babilonia, confusión. (Enarrationes in Psalmos. 136.1)

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