Un cura de pueblo comenta las primeras lecturas del tiempo ordinario.

miércoles, 2 de junio de 2010

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro

Semana IX
Lunes
1, 1-17
La segunda carta de san Pedro -tercera de las llamadas "epístolas católicas"- está dividida en tres capítulos.
En el primero san Pedro habla de una revelación que ha tenido: pronto tendrá que abandonar esta tienda. Se siente, por eso, especialmente obligado a exhortar a todos para que, incluso después de su partida, todos puedan recordar la verdadera doctrina.
Él ha sido testigo de la Transfiguración del Señor, testigo de la majestad y de la gloria de Cristo que volverá para juzgar al mundo.
Si en el mundo reina ahora la corrupción, el cristiano puede escapar de esa corrupción y participar de la naturaleza divina.
En el segundo capítulo advierte el apóstol contra los falsos maestros y las falsas promesas de libertad que hacen siendo ellos mismos esclavos de la corrupción.
Al primer capítulo de esta carta se refería el fundador del Opus Dei cuando escribía que en la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad (Surco 318).
Poned -dice san Pedro-  todo empeño en añadir a la fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.

Martes
3, 12-15a. 17-18

En el tercer, y último, capítulo, san Pedro recuerda  la doctrina sobre la segunda venida del Señor. Algunos dicen que tarda en cumplir su promesa. En realidad tiene paciencia con nosotros porque no quiere que nadie se pierda sino que todos se conviertan.
Encontramos aquí los dos aspectos de el día del Señor que no se pueden separar ni olvidar: día terrible, día de salvación. Terrible porque desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Este mundo pasa. Día de salvación porque: nosotros confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
Que santa María nos ayude a esperar alegres y con esa tensión buena de la caridad.

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