Un cura de pueblo comenta las primeras lecturas del tiempo ordinario.

miércoles, 9 de junio de 2010

Lectura del primer libro de los Reyes

Semana X (Años pares)
Lunes
17, 1-6
El primer libro de los Reyes puede dividirse en dos partes.
La primera tiene como progatonista a al rey Salomón, hijo y heredero de David. Leímos esa parte durante las semanas IV y V.
Cuando murió Salomón lo sucedió su hijo Roboam. El pueblo le pidió que aligerase un poco el yugo que Salomón le había impuesto. Roboam consultó con los ancianos que le aconsejaron hacer caso al pueblo y ser amable. Entonces consultó con sus jóvenes amigos y le aconsejaron justo lo contrario. Los ancianos le habían dicho habla al pueblo con buenas palabras y estará siempre a tu servicio. Los jóvenes le dijeron: muéstrate duro con ellos para que te respeten; diles que, si tu padre los castigó con látigos, tú los castigarás con escorpiones.
Siempre hay un consejo que nos gusta más que otro. ¿A quién hizo caso Roboam? Debía ser algo tímido y cruel porque hizo caso a los jóvenes y habló al pueblo con dureza.
Entonces las tribus de Israel se rebelaron y eligieron como rey a Jeroboam. Solamente la tribu de Judá siguió a Roboam. Así se dividió el reino en dos: al norte el reino de Israel, con capital en Samaría; al sur el reino de Judá con capital en Jerusalén.
Todas estas cosas ocurrían allá por el siglo X a.C. y las encontramos narradas en la segunda parte del primer libro de los Reyes que vamos a leer durante casi dos semanas. La historia del profeta Elías, el Tesbita, se sitúa en el siglo IX a.C. Han pasado cincuenta y ocho años desde la muerte de Salomón y la división del reino. Ahora Ajab reina en Israel y Asá en Judá.
Fueron años terribles para los hombres piadosos. Jezabel, la esposa de Ajab, era adoradora de Baal y protectora de sus sacerdotes. Elías tuvo que enfrentarse a todos ellos: al rey, a la reina y a los falsos profetas.
Todo empezó cuando Dios envió a Elías a anunciarle al rey una gran sequía. Elías hizo lo que Dios le había mandado. Luego Dios le ordenó que se ocultase en el desierto. Elías tuvo que huir de Ajab, como tuvo que huir de Herodes la Sagrada Familia. ¿No nos ha dicho san Pablo que los amigos de Dios serán siempre perseguidos?
Martes
17, 7-16
Elías hacía lo que Dios le decía e iba donde lo enviaba la palabra de Dios. Primero se refugió en el torrente Querit y, unos días después, cuando el torrente se secó, la palabra del Señor lo envió a Sarepta.
Allí se encontró con una viuda muy pobre que se disponía a cocer unas tortas, para ella y su hijito, con un poco de harina que le quedaba en un cuenco y un poco de aceite que le quedaba en la alcuza.
Elías le pidió un jarro de agua y un poco de pan y le dijo: No temas (...) Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "la orza de harina no se vaciará, la alcuza de acite no se agotará, hasta el día en que el Señor conceda lluvias sobre la tierra".
Aquella viuda, fiándose de la palabra del profeta, dio todo lo que tenía: un poco de aceite y de harina y su trabajo. Era poco, pero era todo lo que tenía. Es esa fe capaz de darlo todo la que mueve montañas. Dios hace milagros por medio de quienes lo dan todo, aunque sea poco.
Cuenta el libro de los Reyes que, poco después, el hijo de la viuda enfermó y murió. Elías tomo el cadáver del regazo de su madre y clamó al Señor diciendo: Señor, Dios mío, que la vida de este niño vuelva a él. El señor escuchó la voz de Elías y la vida del niño volvió de nuevo a él.
También Jesús oró ante la tumba de Lázaro diciendo Padre, yo sé que tú siempre me escuchas; con la confianza filial de quien siempre hacía la voluntad de su Padre.
Miércoles
18, 20-39
Jezabel, la mujer del rey Ajab, no solamente sentaba a su mesa a los profetas de Baal sino que hizo eliminar a los profetas del Señor. Cien de ellos se salvaron gracias a Obadías, el mayordomo de palacio, que los ocultó.
Durante tres años no llovió sobre el reino de Israel y el hambre arreciaba en Samaría.
Entonces Dios envió a Elías a anunciar al rey Ajab el fin de la sequía. En el monte Carmelo, Elías se enfrentó con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal como Moisés se enfrentó con los brujos de Egipto. Eran muchos, gritaban mucho, se hacían cortes y entraron en trance, pero nadie respondió porque el Baal a quien se dirigían era solamente un ídolo, una obra de sus manos.
Una vez más Dios escuchó la oración de Elías, porque Elías hacía la voluntad de Dios y se dejaba guiar por su Palabra.
Elías fue profeta del Dios vivo; del Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob... un Dios que habla y que responde, que promete y cumple.
Su nombre, Elías, significa "mi Dios es el Señor". Él obedecía al Señor y el señor escuchaba su oración.
Jueves
18, 41-46
La tierra seca es una imagen del corazón del hombre sin Dios. La lluvia es una imagen de la Gracia.
Pedimos en el Veni creator
Lava quod est sordidum
riga quod est aridum
sana quod est saucium.
Así es la Gracia: agua que lava, riega y sana. La necesitamos como la tierra necesita el agua.
Elías, en la cumbre del Carmelo, nos eneseña a perseverar en la oración como hacían el día de Pentecostés los Apóstoles con Santa María cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos.
Podemos recitar el Salmo 64 pensando en los efectos de la Gracia de Dios en nosotros:
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida:
la acequia de Dios va llena de agua
preparas los trigales.
Riegas los surcos, igualas los terrenos,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes.
Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia,
rezuman los pastos del páramo
y las colinas se orlan de alegría.
Viernes
19, 9a. 11-16
Cuando Jezabel se enteró de lo que había hecho Elías, juró vengarse de él. Entonces el profeta se puso en camino por el desierto hacia Horeb, el monte de Dios.
Después de andar una jornada vino a sentarse bajo una retama. Y se deseó la muerte.
Se quedó dormido y un ángel lo tocó y le dijo: "Levántate y come". Descubrió junto a sí una torta y un jarro de agua. Comió, bebió y, otra vez, se durmió. Pero el ángel volvió a tocarlo y le dijo: "Levántate y come porque te queda un camino demasiado largo". Elías obedeció al ángel y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb.
Ese alimento del cielo que dio fuerzas al pueblo para llegar a la Tierra Prometida y que permitió a Elías caminar caminar durante cuarenta días y curenta noches hasta el Horeb era un anuncio de la Eucaristía.
Desde hace dos mil años la Eucaristía alimenta, fortalece, hace crecer a la Iglesia que camina entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.
En el Horeb Elías habló con el Señor que se manifestó como palabra y como brisa suave; como Dios vivo que habla y escucha, que interroga al hombre y ama. Pero también como Dios
En el Horeb Elías recibió de Dios, además, el encargo de ungir a dos reyes y a un profeta: Eliseo. La lectura de mañana habla, precisamente del encuentro de Elías y de Eliseo. 
Sábado
19, 19-21
Elías, cumpliendo el mandato de Dios partió del monte Horeb y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien se hallaba arando. Frente a él tenía doce yuntas; él estaba con la duodécima. Pasó Elías a su lado y le echó su manto encima. Se ve que le echó el manto encima y siguió caminando como si nada y que Eliseo se quedó un poco sorprendido porque, cuando reaccionó, tuvo que echar a correr para alcanzar a Elías. Entonces Eliseo abandonó los bueyes y echó a correr tras Elías diciendo: "Déjame ir a despedir a mi padre y a mi madre y te seguiré". 
Eso mismo le dijo otro a Jesús: Te seguiré, Señor, pero déjame ir primero a despedirme de los de mi casa. Parece muy razonable que uno no se marche de casa sin avisar pero, sorprendentemente, a ese le respondió Jesús: El que pone su mano en el arado y vuelve la vista atrás no es digno del Reino de Dios. (Lc 9, 61-62)
En cambio Elías le respondió: "Anda, vuélvete, pues ¿qué te he hecho?". 
Entonces Eliseo volvió atrás, tomó la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio. Con el yugo de los bueyes asó la carne y la entregó al pueblo para que comiera. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio. 
Y esto nos recuerda lo que dijo Jesús al joven rico: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven y sígueme. (Mt 19, 21)
Eliseo, con el yugo, hizo un fuego y, con los bueyes, un sacrificio y un banquete para el pueblo. Luego siguió a Elías y se puso a su servicio. Al parecer estuvo dieciocho años al servicio de Elías, aprendiendo.
La Misa es también sacrificio y banquete. Al terminar, también nosotros nos levantamos aunque no para seguir a Elías sino para seguir a Jesús.
Semana XI (Años pares)
Lunes
21, -16
Estamos leyendo la segunda parte del primer libro de los Reyes. Cincuenta y ocho años después de la muerte de Salomón y de la división del reino, Ajab reina en el norte con su mujer, Jezabel, que ha introducido en el reino el culto a Baal. 

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